Poemas de ajedrez


                                                                             Por Alberto Betancor 
  
  La historia del ajedrez está llena de brillantes partidas, aneotas, literaturas y poemas. En este artículo quiero hacer una breve recopilación de los mejores poemas de ajedrez según mi criterio subjetivo. 
     El primero en desfilar por estas breves líneas es el escritor y poeta argentino Jorge Luis Borges (1899-1986). Sin duda Borges es uno de los grandes pensadores del Siglo XX, su obra universal trasciende más allá del premio Nobel de Literatura que le fue negado por razones políticas, pero como hombre de principios y sabiendo que sus posturas ideológicas eran un óbice para obtenerlo, prefirió sus principios que el Nobel. 
Jorge Luis Borges

                                                                           El Ajedrez                            
    
En su grave rincón, los jugadores 
rigen las lentas piezas. El tablero 
los demora hasta el alba en su severo 
ámbito en que se odian dos colores. 


Adentro irradian mágicos rigores 

las formas: torre homérica, ligero 

caballo, armada reina, rey postrero, 

oblicuo alfil y peones agresores. 

Cuando los jugadores se hayan ido, 
cuando el tiempo los haya consumido, 
ciertamente no habrá cesado el rito. 

En el Oriente se encendió esta guerra 
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. 
Como el otro, este juego es infinito. 

II 

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada 
reina, torre directa y peón ladino 
sobre lo negro y blanco del camino 
buscan y libran su batalla armada. 

No saben que la mano señalada 
del jugador gobierna su destino, 
no saben que un rigor adamantino 
sujeta su albedrío y su jornada. 

También el jugador es prisionero 
(la sentencia es de Omar) de otro tablero 
de negras noches y de blancos días. 

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. 
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza 
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

        El siguiente poema es del persa Omar Jayan o Khayyam (1048-1131), extraordinario poeta y polifacético  , ya que también era matemático y astrónomo. Sus extraordinarios aportes a las a la ciencia y literatura lo han mantenido como uno de los grandes de la humanidad. 
Omar Jayan

                                                                 El Ajedrez
                                                                  Porque esta vida no es
-como probaros espero-,

mas que un difuso tablero

de complicado ajedrez.

Los cuadros blancos: los días

los cuadros negros: las noches...

Y ante el tablero, el Destino

acciona allí con los hombres,

como con piezas que mueve

a su capricho y sin orden...

Y uno tras otro al estuche

van, de la nada sin nombre.

    El siguiente poema pertenece al cubano Nicolas Guillen (1902-1989), tiene un fragmento incluido en un largo poema llamado deportes, en que le dedica un espacio a Capablanca. Aquí incluiremos solo la parte que hace referencia a campeón mundial cubano.
Nicolás Guillen

                                    Deportes (algunos titulan erróneamente este                                                                                         fragmento Capablanca)

                                                                 
¿Qué sé yo de ajedrez?

Nunca moví un alfil, un peón.
Tengo los ojos ciegos
para el álgebra, los caracteres griegos
y ese tablero filosófico 

donde cada figura es
una interrogación.
Pero recuerdo a Capablanca, me lo recuerdan.
En los caminos
me asaltan voces como lanzas.

—Tú, que vienes de Cuba, ¿no has visto a Capablanca? (Yo respondo que Cuba 

se hunde en los ríos como un cocodrilo verde.) 

—Tú, que vienes de Cuba, ¿cómo era Capablanca?
(Yo respondo que Cuba
vuela en la tarde como una paloma triste.) 


—Tú, que vienes de Cuba, ¿no vendrá Capablanca?
(Yo respondo que Cuba
suena en la noche como una guitarra sola.)

—Tú, que vienes de Cuba, ¿dónde está Capablanca? 

(Yo respondo que Cuba es una lágrima.) 

           Pero las voces me vigilan, 

           me tienden trampas, me rodean
           y me acuchillan y desangran;
           pero las voces se levantan 

           como unas duras, finas bardas;
           pero las voces se deslizan
           como serpientes largas, húmedas; 

           pero las voces me persiguen 

           como alas... 

Así pues Capablanca
no está en su trono, sino que anda,
camina, ejerce su gobierno
en las calles del mundo. 

Bien está que nos lleve
de Noruega a Zanzíbar,
de Cáncer a la nieve.
Va en un caballo blanco,
caracoleando 

sobre puentes y ríos,
junto a torres y alfiles,
el sombrero en la mano
(para las damas)
la sonrisa en el aire 

(para los caballeros)
y su caballo blanco
sacando chispas puras 

del empedrado... 


    Otro de los grandes poemas dedicado al ajedrez pertenece al griego Constantino Kavafis (1863-1933), quien es uno de los mayores exponentes del renacimiento de la lengua griega moderna y uno de los grandes de la literatura del Siglo XX. Su poema el peón de ajedrez encierra una filosofía de vida, tan real como el día y la noche.

Constantino Kavafis

El peón de ajedrez
Me gusta mirar a la gente cuando juega al ajedrez.
Mis ojos siguen esos peones
que poco a poco encuentran su camino
hasta alcanzar la última línea.
Ese peón avanza con tal soltura
que te hace pensar que llegando a esa línea
en ella comenzarán sus alegrías y recompensa.
Encuentra muchos obstáculos en su camino.
Los poderosos lanzan sus armas contra él.
Los castillos le acometen con sus
altas almenas; dentro de sus campos
veloces jinetes pretenden con astucia impedir su avance,
y por todos lados, desde el campo enemigo
la amenaza avanza contra él.
Más sale indemne de todos los peligros
y alcanza triunfante la última línea.……
Con qué aires de victoria la alcanza
en el momento exacto;
qué alegremente avanza hacia su propia muerte.……
Porque al llegar a esa línea, el peón morirá,
todos sus afanes eran para esto.
Cae el Hades del ajedrez,
y de su tumba resucita
la reina que nos salvará.

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